Laurel que no siempre fue laurel

miércoles, 24 de octubre de 2007

Fotografía: Apolo y Dafne de Bernini, Galería Borghese, Roma

El dios Apolo es una de las deidades más bellas del panteón olímpico. Al igual que su hermana, renunció al matrimonio, aunque a diferencia de Artemis, no a las delicias del amor. Se le conocen múltiples romances con doncellas y mancebos, sin embargo, su primer amor fue muy desgraciado.

Apolo se sentía muy orgulloso de su victoria sobre la serpiente Pitón, a la que había abatido con sus certezas flechas. Por eso, cuando vio al pequeño Cupido tensando el arco, no tuvo mejor ocurrencia que burlarse de él. El dios del amor no iba a dejar pasar semejante ofensa, y decidió castigarle de la mejor forma que sabía. Apuntó una flecha de punta dorada hacia Apolo, y una de punta de plomo hacia la hermosa Dafne, hija del río Peneo. La primera hizo brotar en el corazón del dios un amor incontenible, la segunda provocó en la muchacha un profundo desamor. La ninfa pidió a su padre conservar su virginidad y vagaba por los bosques cazando y rechazando pretendientes. Siempre que se encontraba con Febo huía rápidamente, dejando al dios con la palabra en la boca. Evidentemente, la deidad no comprendía que alguien pudiese ser tan esquiva con él, y menos alguien por quien sentía una pasión desbordante. Así que un día, dispuesto a conseguirla como fuera, al encontrarse en el bosque, la persiguió tenazmente. Dafne corría como el viento, asustada al sentir que su perseguidor no le daba tregua, y cuando estaba a punto de caer extenuada, cuando ya notaba el aliento divino en su espalda, llegó al cauce del río Peneo y suplicó a su padre que la liberara de esa forma tan hermosa pero que tantos pesares le había causado. En el instante que Apolo lograba posar su mano en la ninfa, ésta se transformó en un laurel.

Incluso entonces, el dios no podía dejar de sentir amor, y abrazó con tristeza y dolor el tronco, que aún parecía rehuirle. “Ya que no puedes ser mi esposa, serás mi árbol”.

Al final el laurel aceptó ese destino, coronar los cabellos, el carcaj y la cítara de Apolo, así como a vencedores deportivos y militares, con sus hojas siempre verdes. También se dice que eran hojas de laurel lo que masticaba la sibila de Delfos para entrar en trance.

Hay una versión menos poética en la que Dafne es sacerdotisa de la madre Tierra, y cuando está a punto de ser alcanzada, clama su ayuda. La Madre Tierra puso un laurel en su lugar y se la llevó a Creta, donde fue conocida como Pasifae.

5 comentarios:

Aelo dijo...

(Esto me odia, quinta vez que escribo el mismo comentario, a ver si ahora puedo)
Arslan, me alegra que te hayas animado a hacer una entrada. Ya me imaginaba a este Apolo sin entender que alguna se le resista :P

Un beso

P.D.: Me tomé la libertad de editar tu entrada, espero no te moleste

Arslan dijo...

Gracias, Aelo. No me molesta en absoluto, ya decía yo cuando he vuelto a verlo "anda, que bonito ha quedado, y con pie de foto y todo..." sin haber hecho yo nada, ja,ja,ja,ja.
Entonces, ¿te pareció bien así?
Pues ya iré colgando más!!

Aelo dijo...

De nada, que bueno que no te moleste.

Me pareció excelente, así que tú sigue subiendo historias.

Violeta J. dijo...

Es precioso Arslan!!!
Cuanto sabeis de mitología!!! Que barbaridad!!! Me teneis con los ojos como platos. Aqui una que os lee, eh?? Que lo sepais!!!
Besos a las tres!!

Anónimo dijo...

Arslan, ya sé que el comentario llega tarde, pero me ha encantado la entrada de Laurel (que estoy muy liada y al blog entro cuando estoy pensado en poner una entrada...)

Violeta, gracias por leernos